Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1082
Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 17 de junio de 1885
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Presidente del Consejo de Ministros
Número y páginas del Diario de Sesiones: 175, 5126-5128
Tema: Interpelación sobre el estado de la salud pública

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros, ya que no ha podido justificar debidamente la conducta del Gobierno al publicar la declaración del cólera en Madrid, que es de lo que se trata, quiere convertir este asunto en una cuestión política, (Rumores en la mayoría), suponiendo que aquí lo hemos pretendido bajo algún concepto. Política me parece a mí que la queréis hacer vosotros los Diputados de la mayoría, y no lo habéis de conseguir.

¿Qué tiene que ver la cuestión política con la Real orden publicada en la Gaceta? ¿Qué tiene que ver la cuestión política con lo perjuicios inmensos que trae semejante Real orden, innecesaria además de perjudicial, peligrosa además de innecesaria, que ocasiona, repito, inmensos daños a la población de Madrid sin distinción de clases y sin distinción de ningún género? Yo he hablado única y exclusivamente de Madrid, y no he tenido que hacerme sólo cargo de la clase respetable del comercio, porque me he hecho eco de la justicia, me he hecho eco de todas las clases de Madrid; y todavía he tenido que hacer esto con más empeño por las clases inferiores que son las primeras que van a sufrir las terribles consecuencias de una medida tan desatentada.

Pues si era innecesaria esta Real orden, ¿para qué se ha dado? ¿No comprende el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que como es natural, las gentes que dan la importancia que deben dar a las declaraciones oficiales, han de creer al ver esa declaración en la Gaceta, que la epidemia es ya un hecho aterrador en Madrid? (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Y lo es). Pues no lo es, y con la misma autoridad que dice S.S. que es un hecho, digo yo que no, y que no hay hasta ahora semejante epidemia en Madrid, en donde sólo registra el Gobierno algún caso sospechoso aislado. ¿Dónde está la epidemia? ¿Dónde están los focos de infección? ¿Dónde se han descubierto esos focos? ¿Cómo se han desarrollado? Todos los Gobiernos previsores, cuando ha aparecido esta enfermedad epidémica, han esperado a ver qué desenvolvimiento tomaba y de qué manera progresaba, y cuando en efecto han visto [5126] que iba en aumento y que ofrecía cierto temor y peligro, entonces han podido decir y han dicho que la epidemia se había desenvuelto, mejor dicho, que existía la epidemia. Pero aquí, ¿dónde está el progreso de aquella? Lo que pasa hoy, ¿no pasaba hace un mes? ¿Dónde está el aumento progreso? ¿Dónde, sobre todo, el aumento de la enfermedad en esos grandes centros de aglomeración o de población? No; no estaba justificada una declaración que de esa manera ha alarmado los ánimos en Madrid y que de tal modo perturba todas las transacciones de la vida en este pueblo. No era necesaria esa declaración que trae tan grandes perjuicios, no sólo a la capital de la Monarquía, sino que los lleva también a las provincias.

Y a vosotros mismos los que estáis aquí y que vivís en provincias, ¡Dios os la depare buena cuando tengáis que volver a vuestras casas! (Risas). Todos vosotros tenéis en esta población amigos o parientes y muchas y numerosas relaciones; yo también los tengo, y todavía no he encontrado uno que me diga que un pariente, que un deudo, que un conocido siquiera haya padecido la epidemia: pues lo mismo decís todos vosotros; ninguno conoce a uno que la padezca. (Muy bien). Y puedo añadir más; puedo añadir que entre todos los médicos que conozco o de los que he oído hablar, no he encontrado todavía ninguno que me diga que en su práctica común y ordinaria en la clientela que tiene haya visto un solo caso de cólera; y si hay aquí quien sepa lo contrario, que se levante y lo diga. Pues, Sres. Diputados, una población que se encuentra en estas condiciones y que vive en estas circunstancias, ¿puede decirse que está epidemiada, debe decirse por el Gobierno que lo está, sin cometer una grandísima insensatez? ¿Qué responsabilidad no tiene el Gobierno que con esa medida, que por lo menos es innecesaria, como he dicho, lleva la mayor intranquilidad posible a todos los ánimos?

Si todo esto es verdad, señores, si Madrid está en esta disposición, ¿qué motivo hay para hacer lo que vemos y para hacer lo que no se han atrevido a hacer otros Gobiernos en sus respectivas capitales?

Pero me dice el Sr. Presidente del Consejo de Ministros: "Es que por los antecedentes de Tolon, de Marsella y de Nápoles yo no puedo vivir despreviniendo". Hace muy bien S.S.; toda precaución es poca; pero ya se estaban tomando nuevas medidas. Y puesto que S.S. tiene presentes esos casos, ¿por qué no ha tenido también presente lo que ha pasado en París y en Roma, en París sobre todo, que tiene mucha más analogía con Madrid?

Lo que ha pasado en París es, que se ha creído que podía suceder que en Marsella y en Tolon hubiese enfermedades que no fuesen a París, como puede suceder que las haya en Valencia o en otra parte que no vengan a Madrid.

Por esto el Gobierno de París no ha tenido necesidad de hacer lo que ha hecho ese Gobierno, a pesar de Marsella y de Tolon, y sin embargo de que reinó además algún tiempo la epidemia en París. ¿Y qué ocurrió? Que la epidemia en París no ha tenido importancia ninguna, y que ha desparecido de allí sin necesidad de que el Gobierno declarase de oficio que París estaba infestado. ¿Y qué ha pasado en Roma? Pues a pesar de Nápoles, el Gobierno italiano no hizo en Roma lo que el Gobierno de Madrid ha hecho; y hubo sin embargo muchos casos en Roma, y a pesar de eso no se declaró de oficio la existencia del cólera.

Pero, Sres. Diputados, sobre todo, ¿por qué el Gobierno no ha hecho en Madrid lo que hizo en Barcelona? No se trata, no, de que el Gobierno abandone a esta población a lo que pueda ocurrir después de lo sucedido en Alicante y en Valencia y después de los antecedentes de Marsella y de Tolon; no, tome el Gobierno todas las medidas necesarias, todas las que crea convenientes, como ya lo ha hecho, por más que yo crea que algunas de las que ha adoptado son prematuras quizá, y otras exageradas; que no por eso le hubiéramos atacado, pues bien tomadas están, ya que en esto que a la salud se refiere no cabe exageración; pero hágalo mientras esas medidas no perturben la tranquilidad, mientras no lleguen a producir una alarma muy superior a la que causa la misma enfermedad, que es lo que ha sucedido en este caso; realícelo, en fin, mientras esas medidas sirvan para algo que sea eficaz y útil.

Pero ¿para qué sirve ni para qué es eficaz la declaración oficial de la existencia del cólera en Madrid? (Muy bien).

¿Para decir la verdad? Pues dígala S.S. en buen hora, como lo ha hecho desde que ha habido casos sospechosos, y como ha podido seguir diciéndola en la parte no oficial de la Gaceta, como se hizo respecto de Barcelona, y como hizo el Gobierno francés, que de vez en cuando publicaba un estado en el periódico oficial, en la parte no oficial, de las invasiones y las defunciones que habían ocurrido, pero sin declarar nunca que el cólera existía en el país, mientras la duda exista o sea necesaria la prudencia. Señores Diputados, en el estado normal en que se encuentra la salud pública de Madrid, declararlo en estado de epidemia, es por lo menos una locura, porque ¿se tiran así por la ventana tantos y tantos intereses?... (El Sr. Ministro de la Gobernación: ¿Qué intereses?). ¡Cómo que qué intereses! ¿No sabe el Sr. Ministro de la Gobernación la perturbación que esto ha traído al comercio, y cuántas gentes han huido espantadas de Madrid? (Muchos Sres. Diputados: Antes, antes). Señores Diputados, antes del decreto se ha marchado mucha gente; ¿pero sabéis por qué? Por una inconveniencia del Ministro de la Gobernación; porque todas esas gentes se marcharon al saber que S.S. había dicho desde ese banco que había habido ocho casos de cólera-morbo asiático, cuando no había habido ninguno. Sí; la gente de Madrid se ha marchado desde que un Diputado ministerial pidió para el Sr. Ministro de la Gobernación, que amenazaba con una crisis, la dictadura sanitaria, porque Madrid estaba epidemiado; y cuando esto se dice en el Parlamento sin protesta ninguna, ¿qué digo protesta? con aplauso por parte del Gobierno, ¿qué han de hacer las gentes, sino alarmarse y marcharse los que tienen recursos para ello? Pero por si no fuera bastante la gente que se ha ido a consecuencia de esas imprudentes palabras y de esas declaraciones inconvenientes y prematuras del Sr. Ministro de la Gobernación, se ha declarado oficialmente el cólera en Madrid para que se vaya mucha más. ¿Y qué resulta de esto? Que el trabajador se queda sin trabajo, el comerciante tiene que cerrar las [5127] tiendas, los industriales tienen que cerrar los talleres y por consiguiente, que se viene encima un grave problema de subsistencias, y en definitiva la pobreza y la miseria, que es la calamidad que, a falta del cólera, si Dios nos libra de él, vais a traer vosotros. Pero bien se ve; el Gobierno, cuando no tiene salida, busca siempre ciertos argumentos de comparación arbitraria, y en este caso ha citado lo que ocurrió el año 1855 cuando era gobernador el Sr. Sagasti, nombre que algunos Sres. Diputados recibieron con risas maliciosas porque creyeron sin duda que el gobernador era yo.

Yo debo recordar a los Sres. Diputados, y sobre todo a los que tuvieron la desgracia de pasar aquella temporada en Madrid, que aquel Gobierno tenía un sistema contrario al que sigue éste.

Aquel Gobierno creyó que debía ocultar en lo posible la desgracia para no alarmar los ánimos, haciendo a la vez todo lo que estaba en su mano para remediarla. Empezaron a ocurrir casos en Madrid, y todo el mundo recuerda que cuando el Gobierno declaró la existencia del cólera en la capital de España, habían pasado más de quince días en que ocurrían unos 60 casos, y algunos días llegaron a 100. (El señor Ministro de la Gobernación: No es exacto). No estaba S.S. en Madrid cuando ocurrió eso. (El Sr. Ministro de la Gobernación: Yo leeré a S.S. los datos). De seguro no son exactos. Cuando el Gobierno declaró que existía el cólera, dijo que había un número escasísimo de casos; pero todo Madrid sabía que el cólera estaba hacía ya algún tiempo en la capital, y a los pocos días de hacerse la declaración, el Sr. Sagasti, de quien ha hablado el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, era víctima de la enfermedad.

¿Quién ignora que cuando aquel Gobierno se decidió a declarar la existencia de la epidemia en Madrid, hacía muchos días que causaba grandes estragos? ¿Quién ignora la prudencia y la previsión de aquel Gobierno al procurar poner remedio al mal con plausible energía, pero ocultando a la vez su existencia? Entre aquel sistema y el que ahora se sigue, prefiero el primero.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros ha podido prescindir del cargo que al parecer resulta de sus palabras al decir que yo me había levantado a suscitar este debate no estando presente el Sr. Ministro de la Gobernación. El Sr. Presidente del Consejo de Ministros es poco agradecido; porque debía agradecerme que levantándome a terciar en este debate no dijera una palabra del Sr. Ministro de la Gobernación porque no se hallaba en ese sitio debiendo estar en él. (Rumores en los bancos de la mayoría). Un Ministro tiene el derecho de asistir a una o a otra Cámara; pero cuando ese Ministro por su propia voluntad ha aceptado un debate en una Cámara, no debe separase de ella hasta concluir ese debate. ¿Es o no cierto que este debate estaba suscitado y aceptado por el Sr. Ministro de la Gobernación, como lo prueba el hecho de haber tomado grandísima parte en él? Pues sin concluir este debate aceptado por S.S., no es evidente, y al que me vuelva a interrumpir tendré que decirle que no sabe nada de prácticas parlamentarias. (Aprobación en la minoría).

De manera que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros debía agradecerme mi benevolencia para con su digno compañero el Sr. Ministro de la Gobernación, puesto que yo no le hacía cargo alguno por su ausencia, pero yo debo además contestar a la censura formulada por S.S. porque había suscitado este debate cuando el Sr. Ministro de la Gobernación no estaba aquí, diciéndole que el Sr. Ministro de la Gobernación tendrá el derecho de ir a la otra Cámara y de no estar aquí cuando se trata de una cuestión como ésta, y que esto me satisface, porque estando su señoría, basta; no hace falta ninguna el Sr. Ministro de la Gobernación; porque ya que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros nos honra tan poco, es necesario que S.S. aproveche las pocas veces que viene, y tome el puesto de su Ministro de la Gobernación, con lo cual me parece a mí que queda mejor el puesto de aquel ocupándolo S.S.

Tampoco he usado de frases o palabras que se hayan pronunciado en los pasillos. Señor Presidente del Consejo, en esto ha estado S.S. injusto; porque al hablar yo del comercio de Madrid, lo he tratado nada más que como él se merece, porque yo no le he dispensado alabanzas tan exageradas como las que otros le prodigaron en otras ocasiones, aunque siempre se haga esto con justicia. Pues bien; cuando yo trataba de hacerla también al comercio de Madrid, me refería sólo a las palabras del Sr. Ministro de la Gobernación, porque eran las que yo le había oído pronunciar desde ese banco; que si hubiera querido hacer uso de palabras dichas en los pasillos, hubiera tenido que recordar algunas de S.S., que por lo fuertes he preferido callar. De manera que ni aun en esto ha sido su señoría justo; y ya que no me agradezca los buenos servicios que le presto, por lo menos es forzoso que sea justo conmigo.

Su señoría ha supuesto que nosotros queríamos abandonar a Madrid con motivo del cólera, y en un párrafo elocuente de su discurso decía: ¿quiere el señor Sagasta que abandonemos esta población a la calamidad que la amenaza, igual a la que sufren Valencia, Alicante y otras riquísimas provincias, y después de los antecedentes de Tolon, Marsella y Nápoles? Nosotros no queremos abandonar a Madrid; lo que queremos es no alarmarla innecesariamente, porque todo lo que hace el Gobierno ahora y todo lo que ha hecho antes, lo podía continuar haciendo sin necesidad de la Real orden que ha publicado en la Gaceta.

En resumen: nosotros no atacamos al Gobierno por las precauciones que adopte y por los recursos que emplee como medio preservativo contra la epidemia que reina en cierta región de España, y que no es imposible que mañana aparezca en Madrid, y ¡quiera el cielo que no suceda! pues lejos de ponerle obstáculos, como el Sr. Presidente del Consejo de Ministros ha supuesto, estamos resueltos a ayudarle en ese camino. Lo que no queremos es que se dicten disposiciones que no sirven para nada, que no tienen eficacia alguna en lo que se relaciona con el mal, como no sea para aumentarlo, y porque además trae grandes perjuicios para los intereses del país.

Y si esto no es exacto, conteste el Gobierno a una pregunta que voy a hacer, con la cual terminaré esta rectificación. ¿De qué sirve y para qué sirve la Real orden de la Gaceta declarando que el cólera-morbo asiático está en Madrid? ¿De qué resultado podrá vanagloriarse el Gobierno? [5128]



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